
Quisiera describir pero no se cómo,
aquella belleza que se adivina lejos sobre el horizonte.
Cierro los ojos intentando descubrir que se esconde detrás de esas montañas,
detrás de ese sol que se va yendo,
quien sabe donde.
Si solo una vez más,
tu y yo pudiéramos revivir nuestros momentos,
nuestras memorias,
evocar esos lugares sagrados donde agradecí haberte encontrado.
Aún sabiendo que los planes del hombre son la risa de los dioses,
hicimos planes de querernos hasta la muerte.
Tu y yo, nacidos con un cuarto de siglo de diferencia,
estábamos destinados a amarnos a destiempo.
Y sin embargo, nos aferramos el uno al otro,
como la hiedra al muro.
Ahora se lo que entonces no sabía,
lo que nuestros ilusos pasos auguraban,
que juntos no conoceríamos el final.
Aunque a tu lado, siempre el camino fue algo escarpado,
nunca temí caerme.
Me levantaría como siempre de la cuerda floja de los sueños.
Hermoso sería hoy revivir a tu lado,
el mismo épico entusiasmo
que nos mantuvo unidos a lo largo de todos estos años.
Todos mis sueños inmortales entonces eran,
ahora se que mientras iba yo viviendo,
ellos se iban muriendo.
Mientras hoy con el corazón escribo,
pienso y siento,
en esos pensamientos míos que hablarán de mi,
cuando yo no sea.
Ya en los medanos de mi conciencia,
sospecho que la muerte me espera tras ese horizonte,
bien al fondo de ese cielo arrebolado,
donde el sol se va a esconder,
quien sabe donde.
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«Mientras hoy con el corazón escribo,
pienso y siento,
en esos pensamientos míos que hablarán de mi,
cuando yo no sea.
Ya en los médanos de mi conciencia,
sospecho que la muerte me espera tras ese horizonte,
bien al fondo de ese cielo arrebolado,
donde el sol se va a esconder,
quien sabe donde.»