
¿Por qué será que en edad de atardecer
duelen tanto las risas del pasado?
¿Y por qué la piel no olvida,
la tibia caricia del amante?
Desiertos de besos,
mis labios se agrietan.
En mi vacío regazo,
cruzados los brazos,
abrazan ausencias.
Aprietan mis manos,
tu adiós que se resiste.
Solo aquel que conoce,
el pesar de una pérdida,
sabe de piedad por el otro.
Cuando la emoción te arrodille,
bajo la vastedad del cielo,
hay un Dios que te contempla,
y atesora tu dolor,
como al sol entre sus manos.
Reblogueó esto en SER+POSITIVO.